El reconocimiento de un fósil
no es tarea sencilla. Requiere amplios conocimientos de geología así como
experiencia y un ojo “entrenado” capaz de distinguir entre un fósil y una roca
con forma caprichosa.
Y es que, en ocasiones, la naturaleza trata de engañarnos con formas
que imitan casi a la perfección huesos, plantas o huevos de dinosaurio.
Los paleontólogos los llamamos seudofósiles, en alusión a su falsedad
en relación al parecido con algún fósil conocido. A veces se tratan de
estructuras sedimentarias, formas curiosas o algún hábito mineral que pueden
parecer un fósil sin serlo. Es por ello que no es de extrañar que cada año,
muchas personas se acercan a los museos o Universidades llenos de ilusión por
el descubrimiento de “garras de dinosaurios, huevos o grandes dientes”.
Entre los seudofósiles, las dendritas de pirolusita ocupan una buena
posición en el ranking de engaños de la naturaleza. Ya que a pesar de parecer
plantas, son realmente crecimientos arborescentes de minerales de manganeso que
al filtrarse a favor de discontinuidades de la roca precipitan dejando esas
formas caprichosas.
¿No te recuerda la pieza del mes una planta?
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